"Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados."
Isaías 53:5
Un hombre que se encontraba profundamente perturbado por sus pecados soñaba de manera viva que veía a Jesús cuando un soldado lo azotaba salvajemente. Cuando el cruel látigo caía sobre la espalda de Cristo, el observador se estremecía, pues las terribles cuerdas dejaban unas heridas feas y abiertas sobre su cuerpo sangrante e hinchado.
Cuando el que blandía el látigo levantó el brazo para golpear al Señor otra vez, el hombre se apresuró a detenerlo. Cuando lo hizo, el soldado se dio vuelta, y el soñador se asustó al ver su propio rostro.
Despertó sudando frío, consciente de que su pecado había infligido aquel atroz castigo al Salvador. Al pensar en el sufrimiento de Cristo recordó estas palabras de Isaías:
Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, y por sus heridas hemos sido sanados.
Isaías 53:5
¡Qué maravilloso es que el Señor Jesucristo sufriera y muriera para redimir a un mundo pecaminoso y perdido!
Él fue herido por nuestras transgresiones.
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas...
- pero, ¡bendito sea Dios! -
...el Señor hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Isaías 53:6
En cierto sentido, el Viernes Santo fue el día más oscuro de la historia humana. Pero gracias al sacrificio de Jesús por nosotros, la cruz en realidad fue ¡la mayor victoria de todas las edades!
Cristo fue entregado por nuestros pecados
para que nosotros pudiéramos ser librados de ellos.
Henry G. Bosch