"... sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne"
Romanos 13:14
(Romanos 13:9-14)
Se cuenta de una mujer que al asomarse a la ventana cada cierto día de la semana, veía toallas y sábanas tendidas al sol en el patio de una de las viviendas vecinas. Una y otra vez criticaba el estado tan desagradable que presentaban aquellas toallas, lo mismo que las sábanas.
Pero un día, para su sorpresa, notó que las toallas y las sábanas tendidas estaban relucientes, brillaban de limpias, lo cual contó como todo un acontecimiento a su marido.
- "Es que hoy bien temprano y antes que te dieras cuenta, he lavado los cristales de la ventana". - le dijo - "Las toallas y las sábanas tendidas al sol siempre han estado limpias; sucia y desagradable estaba la ventana de nuestra casa".
A veces nos ocurre igual, no andamos bien, la vida se nos vuelve pesada, nos sentimos desgraciados, llegando a decir que Dios nos ha desamparado, que llevamos una vida inútil, cuando en realidad Dios ha estado ahí, cerca, a nuestro lado dándonos su ayuda y protección. Pero nosotros, sumidos en pobreza espiritual, viviendo a nuestro modo, no hemos caído en la cuenta de nuestro estado, de nuestra situación personal.
Vivimos en oscuridad, haciendo todo cuanto nos apetece sin que para nada media el temor de Dios, sin considerar que la vida es prestada, que el desenfreno a nada bueno conduce.
Vivir sin Dios nos priva de asumir la plenitud y abundancia que caracterizan la vida que el Señor ha provisto para nuestra satisfacción y disfrute.
Extiende, oh Dios, tu mano de misericordia, vísteme con tu gracia.
J. Adarberto Martinez